
De estas cuatro cosas he aprendido la misma lección. Quizás una de las más importantes en mi vida.
No están para saberlo, pero digamos que, ya desde hace algún tiempo en mi existencia, me ha tocado revalorar la paciencia a base de enseñanzas de la vida.
Sin duda, a pesar de que son lecciones de las que a veces uno no sale entero, las valoro. Después de todo, esto no es una queja. Muchas cosas buenas han salido de esos momentos.
Para quienes me conocen en persona, saben que desde algunos años, me he propuesto a conseguir una barba digna de los ZZ Top o incluso, del mismísimo y legendario mago Merlín.
Es un look que, aunque técnicamente puedo lograr con relativa facilidad por tener barba cerrada, no se consigue de la noche a la mañana. Mantener una barba exige cuidados, atención y sobre todo, paciencia.
Si alguien se dispone a dejarse crecer la barba, ésta se debe mantener constantemente. Humectar la vellosidad resulta primordial para que no se haga como estropajo. Y no se diga hacer un retoque constante al corte, incluso si el objetivo es alcanzar longitud.
En otro momento, me propuse a fabricar cerveza artesanal al lado de un buen amigo, a quien cercanos reconocen como El Tona. Un tipazo.
Poner manos a la obra y hacer tu propia cerveza en la cocina de tu casa, si bien es más fácil de lo que uno pudiera pensar, tienen por definición ciertos preparativos que hay que seguir.
Los que son aficionados a esto de la craft beer, saben bien que la preparación de una buena birra, ya sea de consumo personal o para venta al consumidor, precisa pulcritud en todo momento, gusto por hacer las cosas y para rematar la faena, levantar todo el no poco desorden que se puede llegar a hacer. Y claro, la paciencia para dejarla fermentar y embotellar.
De igual manera, también en algún momento, terminé en medio de una aventura con una gama de altibajos muy interesantes: ser panadero.
Sean o no aficionados al arte de hacer pan, deben ustedes saber que los menesteres de la masa también tienen su chiste. No son nada del otro mundo, pero entre mejor los sepas hacer, mejor es el producto final.
El pan es mágico en sí mismo. Partamos de los ingredientes más básicos: harina, agua y sal. Elementos, que por sí solos, son un fáciles de encontrar en cualquier despensa y que sin combinarse, bien se pudiera pensar que no tienen mayor relevancia.
Ah, ¡pero esperemos un momento! Justo igual que las Spice Girls, separados no dan para mucho, incluso hasta pueden llegar a empachar. Pero combinados en proporciones adecuadas, amasados con cuidado y resguardados bajo el calor del horno, esos tres ingredientes se convierten en uno de los alimentos más deliciosos que han acompañado a la humanidad desde tiempos inmemorables.
Para que un pan llegue a su punto, hay que dejarlo levar. Que la masa repose un buen rato. Se vuelve a amasar. Se vuelve a dejar reposar. Y por supuesto, no se debe estar vigilando el horno durante el cocimiento, porque si no, nunca va a levantar.
Por último y por razones fortuitas, desde hace ya varios años me he visto envuelto en el cuidado de un huerto doméstico. No crean que soy un granjero aventajado. ¡Ya quisiera! Simplemente es un muy humilde par de cajones de cultivo.
La tierra ha sido buena con nosotros y en este tiempo hemos cosechado al menos, un cuartito de jitomates, cuatro plantas de epazote, un puño de papas baby, algunos pimientos, muchos girasoles y el mayor de los greatest hits: una piña. Pero, como ya se imaginan a estas alturas, esto de la siembra también es algo muy particular.
Germinar semillas no es cosa sencilla, o al menos, no para mi. Cero que ver con lo que te decían en la escuela del frijolito en el algodón. Basta con que se te olvide regar las plantas un solo día para que te las encuentres desmayadas en el piso.
Si bien hemos recolectado frutos de la tierra, ha sido a costa de muchas plantas que se quedaron en el camino. Y bueno, en veces, el proceso de descomposición de la composta no tiene un aspecto ni un olor muy agradables.
Sin embargo, ya sembrada la semilla, el trabajo está ahí y es satisfactorio ver cómo se van dando las cosas. De nuevo: no es de la noche a la mañana.
Por eso, si una moraleja les puedo dar de tener barba, fabricar cerveza, hacer pan y sembrar algunas semillas, es esta: paciencia. Hay que darle tiempo al tiempo. Quizás por algo he terminado envuelto en todo esto. Ya se verá.
Recuerden: Darle tiempo al tiempo.
B.
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